RAFAEL PUENTE
Por Redacción Diario Pagina Siete – viernes, 6 de mayo de 2022
Seguro que nadie se ha olvidado de nuestra primera Defensora del Pueblo, aquella Ana María Romero que no dejó de sorprendernos con su consecuencia e independencia políticas, con su personalidad acogedora y firme y que nunca dejó de satisfacer a todos y todas. Se decía entonces que los parlamentarios y parlamentarias habían pensado en una mujer con buena imagen pública pero inexperta y por tanto manejable. Pero Ana María resultó ser una Defensora inteligente y firme, a la que nadie podía manipular y que nunca dejó de ser asequible, sencilla y honesta. Realmente fue el mejor comienzo de una institución internacionalmente reconocida y que respondía a la positiva imagen internacional de ese cargo que tenía que ver con el Estado (alguien tenía que designarla y sostenerla) pero que en todo momento mantuvo su independencia respecto de ese Estado. Lamentable su estado de salud resultó ser limitado y no le permitió mantenerse mucho tiempo en esa responsabilidad.
Su primer sucesor, que si no me equivoco fue Waldo Albarracín, heredó su claridad y consecuencia con ese cargo y fue también un defensor honesto e independiente, un auténtico representante de sectores populares; y no vamos a seguir recordando a sus sucesores porque lo que nos preocupa es lo que está ocurriendo en estos momentos. Según noticias de prensa (que nadie ha desmentido), ha habido 198 “postulantes” a esa responsabilidad. Primera mala señal, doña Ana María nunca se “postuló”, nunca se auto-calificó como la persona idónea para el mismo. Cuando uno (o una) se auto-propone se está auto-calificando como el adecuado, mal comienzo. Esa auto-calificación no es señal de capacidad para asumir una responsabilidad; más bien es señal de que se está buscando ventajas personales.
Pero eso no es lo más grave. Lo más grave es que, según nos informan, de esos 198 postulantes sólo quedan 7, todos y todas personas desconocidas que por lo visto “transaron con el MAS”, pero ninguna de esas auto-candidaturas logra los 2 tercios de votos que se requiere para su designación, y pese a los esfuerzos de David Choquehuanca, no se logra avanzar… Y si es verdad que “transaron con el MAS”, peor todavía. Ni Ana María Romero ni Waldo Albarracín “transaron” nada con nadie, y menos con partidos políticos.
Y además me temo que a la ciudadanía en general no le interesa quién asumirá esa “Defensoría”, porque a estas alturas la misma no resulta importante; peor aún, es tema de controversia entre partidos y de acuerdos con el MAS, que a estas alturas se comporta como el típico “partido”, preocupado no por la suerte del país sino por las ventajas de estar en el poder. Así nomás funciona la política, como un espacio de disputa por las ventajas del poder, al margen de cuáles puedan ser los problemas y necesidades del conjunto de la población y del país como tal.
Mientras sigamos funcionando con el sistema de “partidos” seguiremos igual. Por eso la disputa entre “partidos” al conjunto de la sociedad no le interesa, no le aporta nada, en el fondo sólo expresan la pelea entre grupos socialmente minoritarios. Y hasta ahora parece que ninguno de ellos logra imponerse. ¿Y a quién le importa la pelea entre partidos?
A ustedes. queridos lectores y lectoras, ¿les importa quién pueda imponerse? ¿Le importan las peleas entre partidos? ¿Le importa quién pueda ser Defensor del Pueblo en estas condiciones? Me imagino que no. Que se desgasten peleando entre ellos.
Rafael Puente es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba