Mientras una ola de inflación sacude las economías del planeta y dispara los precios de la alimentación, la gasolina o los alquileres, existe un país que ha quedado al margen de las cifras escandalosas que registra el mundo.

Según el índice de precios de los alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), los precios de los alimentos a nivel global están en su punto más alto desde 1990.
En este escenario, Japón experimentó en febrero un alza en los precios al consumidor del 0,9% interanual frente al 7,9% de Estados Unidos o el 6,2% de la Unión Europea.
Y si hablamos de América Latina, en Chile la inflación interanual se situó en febrero en el 7,8%, la de México en el 7,2% y la de Colombia en 8,1%, (Argentina y Venezuela registraron un 52,3% y un 340,4% respectivamente, pero son dos casos excepcionales).
Pero al contrario que el resto del mundo, Japón quiere que su inflación sea más alta y lleva años implantando, sin éxito, medidas para tratar de conseguirlo.
¿Cómo puede ser que un efecto que perjudica el poder adquisitivo de los ciudadanos sea tan bienvenido allí?
«Los modelos económicos básicos afirman que un nivel modesto de inflación es lo que alimenta el crecimiento de una economía. Los economistas que piensan de esa forma argumentan que la deflación de Japón es la razón de su lento crecimiento», explica la profesora Ulrike Schaede, de la Escuela GPS de Política y Estrategia Global de la Universidad de California.
Es decir, sin inflación, es difícil que una economía crezca. Sólo cuando estos cambios son exagerados -al alza o incluso a la baja- es cuando comienzan los desequilibrios.
Ahora, la subida de los precios de la energía, los fertilizantes y cultivos básicos como el trigo, debido a la guerra de Rusia con Ucrania, ha dejado al país con los precios anuales más altos en 30 años y, pese a todo, sigue siendo una cifra baja si se compara con lo que está sucediendo internacionalmente.

Falta de consumo
Lo que hace diferente a Japón es que después de décadas de deflación, sus ciudadanos son extremadamente reticentes a consumir y se resisten a pagar precios más altos.
«Si crees que los precios de las cosas que necesitas van a bajar como consecuencia de la deflación, lo que harás es posponer la compra y esperar», explica a BBC Mundo Hiroyuki Ito, responsable del Departamento de Economía de la Universidad Estatal de Portland.
Por el contrario, si crees que los precios van a estar mañana más caros que hoy, lo más probable es que decidas comprar lo más rápido que puedas.
La deflación provoca entonces en Japón que las empresas rara vez intenten aumentar los precios y que los salarios permanezcan durante años en niveles similares.
«Los consumidores tienen incentivos para posponer los gastos y las empresas pierden oportunidades de reajustar los precios para mejorar el margen. Como resultado, se vuelve difícil alcanzar la tasa de crecimiento potencial», dice Junichi Inoue, responsable de renta variable japonesa en Janus Henderson.
Hace unos meses, la marca Kikkoman, un productor internacional de salsa de soja, anunció un aumento de entre 4 y el 10 % en sus precios.
Una noticia de este estilo sería anecdótica en Estados Unidos y sin embargo en Japón acaparó portadas en la prensa local.
Pero, es ¿bueno o malo para Japón tener inflación aunque sea poca?
Los expertos coinciden que en principio es bueno, pero depende.